“De Insomnios y Vampiros”
Escrito por: Miguel Alexis López Segurajáuregui
Primer Concurso de Literatura Gótica "Black Wear" de Morelia, 2004
Fata viam imvenient
Definitivamente me ha
sorprendido que los surcos de tus huellas no se hayan evaporado de mi vista...
como fieles fantasmas que perpetúan su devoción por la inmovilidad del tiempo y
la efímera versatilidad del espacio, me encontraste observando aquellos surcos que
con el abrazo cenizo de medianoche se estampaban a cada paso que dabas.
Descalza como una
niña de primeros suspiros, de grandes ojos vacíos como cavernas de aguzadas
estalactitas, sentí tu aliento tan cálido desde el corredor, que no me digné a
encender las brasas, guardianes inmutables de mis noches de soledad; querubines
de ennegrecida tez bailando al unísono, soltando de vez en cuando una que otra
sonrisa de fuegos y chispas.
Recuerdo vagamente el
reflejo inquieto de aquel astro que recalcitrante condena al cadalso la tibia
corona de entre sus rayos, iluminando tus manos habidas de un limbo azul
deseoso de mecerse entre las sábanas de la muerte... entiendo que no habiendo
sido invitada, tu esperpéntica aparición quizá te haya colmado de sempiternos
alaridos cargados de siniestras...
... pero
bienvenidas intenciones.
¡No entiendo siquiera
porque te sigo hablando! Pero...
Si acaso por error o
impertinencia me hablases de ti, cambiaría en la medida de los azares mi opinión,
en esta funesta estadía.
Detente... No
lograrás na... ¿Qué crees que estás haciendo?
No veo la necesidad
de tomar una resolución tan...
Además, tus manos
conservan los temidos hielos del norte y por si no te has dado cuenta, están
comenzando a emigrar de forma alarmante alrededor de mi cuello; Espero que la
cálida cúpula de mi gaznate no derrita tus yemas impacientes por…
¿Sabes? Estoy
pensando que no fue simple coincidencia que te...
... Que me hayas
encontrado.
¡Ignoro si me estás
haciendo caso o simpleme...!
... ¿Cómo es posible
que ahora me encuentre inmóvil como el coloso de Rodas, en un puerto que ahora
observo es mi oscura, polvorosa e inerte alcoba? Oh, ya recuerdo; me he
atrevido a inhalar ése gentil néctar escarlata que lucha por escapar de tus ígneos
y afilados labios.
Haz encendido las
brasas. Es extraño; desde la estancia puedo ver las llamas empalar tu silueta,
pero su color es frío. Su movimiento es frío. Violeta, azul, amarillo… las
chispas desprendidas retumban en mi cabeza. Las escucho claramente. Son
intérpretes obstinados, son obstinadas disonancias que intentan nublar mi
juicio.
Así como una
impertinente araña desciende en caracol la triste soga que sostiene la nada de
un pozo olvidado por generaciones, fuiste acechando mi árido cuello; testigo de
la soledad consciente en una esquina de mi dormitorio... esperando por el crujir
de mis vértebras.
Tu abrazo gélido me
ha dejado sin fuerzas. Siento como si fuera la última lágrima de un desdichado,
resbalando por todo su cuerpo. Yazgo a estribor de esta mullida cama que no ha
podido ser corroída en pena por el escaramujo de las mareas nocturnas. Ni el
mismísimo acreedor, bien llamado dueño, Rey de las profundidades, hubiera dado
permiso a esta marea roja invadir sus dominios... y mucho menos abrirse paso
por mi brazo derecho, pregonando durmiente a las faldas de mi sanctum sanctorum
que siento desangrarse sin remedio.
Tú eres...
Desgraciada, puedo
ver tu cruel imagen reflejada en el receptáculo formado con mi elixir
particular. Todavía me quedan fuerzas…
Eres de quien todos
han hablado, contado, incluso soñado en vívidas partituras de locura y
desquicio.
Eres la semilla de
ultratumba que germina en el cuello de los cinco continentes; viajero
independiente del alma u obra ennegrecida o iluminada de los entes humanos...
centinela inmortal vestido de eones, ataviado de eras, versado en pasiones,
solitario fantasma a la luz de las velas…
¿Qué importa? No es
posible que este riendo y agonizando al mismo tiempo. Me has dado el temido y
maldito honor de probar mi propia sangre; ahora me doy cuenta por que les
gusta...
... tiene ése aroma a
sufrimiento...
... ése sutil comienzo a melancolía...
... y ése amargo final bermejo...
Puedo dejar de
vociferar en mi interior que te he visto antes. Ahora lo sé. Sí. La duda muere.
No puedes ocultarlo
ya… somos uno para el otro. Viejo antifaz.
Ese andar delicioso
como las sombras proyectadas por las hespérides, inmaculadas de finos frutos
prohibidos.
Esos pechos tan pesados como dos plumas de algún ser fantástico,
que no saben regresar del horizonte de las caricias por que simplemente... se
han perdido.
Incluso el silencio
de tu mirada rompe en estruendo tu enigmática figura, balanceándose como
macabras agujas del reloj. Ya no más. Viejo antifaz.
Jamás Dédalo hubiera
podido edificar el laberinto en el cual tu lengua buscaba ardientemente, el
último indicio de vida de un tal minotauro casi cercenado por la avaricia
grotesca de tus almendrados dedos. ¿Acaso buscabas el carrete y la aguja para
plasmar en carne propia el bello y cercano encuentro de tu piel y la mía?
Yo también te
extrañaba...
Ahora, termina lo que
has comenzado de una buena vez. El éxtasis de tu masacre me ha cautivado, no sé
si gritar o guardar un tétrico silencio.
Al parecer, los
surcos de tus huellas no han desaparecido... de mi mente.
¿Cuándo podré
conciliar el sueño?
Sucedió de repente...
como si una extremidad invisible tutelara la botadura del fin de mis
días...
Las copas de los
árboles golpean el tosco cuerpo de las carcomidas ventanas, mudos testigos de
los años que perduran entre los atardeceres de la aurora boreal y los cometas
que a su paso eclosionan en precisas y solemnes convulsiones... mejor llamados
recuerdos. Pero no recuerdo nada.
Las brasas se están
apagando… las últimas chispas despedidas al infinito pronto se toparán con su
féretro invisible, engulléndolo todo a su paso.
Sin embargo, otro
escenario me devora por el momento…
Si supieras el
magnánimo boceto que veo plasmado en el marco de finos grises de tu espalda,
reflejada en suaves baños sombreados y hundiéndose en mis sábanas como arenas
movedizas, creerías que no lo había notado antes; y es verdad.
Cada ápice de tu
cuerpo me resulta irresistible… de pronto, me he transformado en el mítico
guerrero enloquecido por los misterios detrás de la cabra con mil crías; como
si la delgada túnica de tus brazos entrelazados en jugosos racimos de
terciopelo, se hubiesen tornado en digno contrincante de las maravillas inusuales
del extraño pensamiento de los humanos.
No puedo más... a
cada paso que mis ojos galopan, irradian una sed de sangre incontrolable que
lucha por reventar mi corazón.
Mirarte es más que
una tortura... pero es inevitable observar tu silueta dibujar los primeros
copos de invierno que caen dudosos, envenenando el aire de esta tan corta
distancia entre tus carnes y... las que por desgracia no reconozco como legítimas
mías.
¿Qué me has hecho?
¿Por qué simplemente recordar los atributos del vino me resulta invariablemente
en el más horripilante bacanal de espectros para mi espíritu?
Dudo que haya sido
suficiente algo de cloroformo y unas oxidadas vías del ferrocarril...
Maldita suerte
tienes...
¿Qué colmillos te
habrán cobijado en su cuna memorial justo antes de...?
Estoy hablando solo.
Claro; como si fuera extraño para mí. Y qué ironía... debía quitarte la vida
pero hela, rapaz sin pensarlo siquiera dos veces, me ha convertido en un muerto
errante junto con ella.
Dos engañosas
carcasas que han vagado por cientos de años... y sin embargo, no se han movido
del lecho de la creación. El precio tal vez de la eternidad corpórea y la brevedad
espasmódica del alma.
Se acerca el amanecer...
que noche más delgada nos ha arrobado estás últimas horas.
Las ánimas de mi
niñez se han mudado junto al alba... y ése terror me está asfixiando.
¡Despierta, el
segundo invitado ya se ha comenzado a escurrir por entre las cortinas!
Estás...estás... pero
¿Cómo es posible?
Los vampiros no
pueden morir; esto es absurdo, es una farsa, una blasfemia de la lógica
racional, una ofensa de la vorágine de los ignorantes.
Ni los más viles
tormentos ni las más tormentosas delicias de la carne me pueden privar de
conservar a la progenitora de mi oscuridad, de mi destino. ¿Acaso ya habías
tramado una segunda venganza?
Solamente drenaste el
mana corrupto de mi antepasada vida que juraba vengarse de ti.... Incluso
después de que mi corazón se convirtió en cenizas... en cenizas.
¡No puede morir
el autor de mi sufrimiento!
“...
Y así fue como el alma que había nacido y muerto en esas eternas horas, volvió
a nacer y morir para encontrar su fin en brazos de su amada, quien juró
vengarse de su amado que a su vez... como si de un espectro se tratase, no
podía conciliar el sueño...”
FIN