“Símbolos…
Y así fue que conocí a la cultura náhuatl”
-Ensayo-
Ilse Araceli Villanueva Calderón
Universidad de Morelia A.C.
Lic. en Historia del Arte
Asignatura: Arte Prehispánico de México
LHA. Ireri Ortiz Silva
Puedo afirmar con toda
seguridad que en casi en todas o por lo menos en la mayoría de las culturas, no
solo de antaño, sino también actuales; existe una serie “objetos” expresados de
múltiples maneras, que van desde el lenguaje, la escritura, las acciones
cotidianas, las imágenes y en sí, todo medio de comunicación; que tienen un
significado que cada sociedad les otorga dependiendo de su contexto socio –
histórico, llegando incluso a ser universales. Todos estos son los llamados,
símbolos.
Por mencionar un ejemplo de
esto, en México cuando una persona viste de negro generalmente simboliza que
está de duelo, en cambio en China el color blanco es el que hace referencia a
este estado. La imagen o incluso la propia paloma, universalmente hace
referencia al valor de la paz.
Con esto quiero mencionar,
que cada cultura tiene su muy particular forma de expresar algún sentimiento,
acción, esencia, tradición, fecha o lo que sea; por medio de símbolos. El uso
tan recurrente, hace que se universalicen y lleguen a formar parte de la
simbología de más de una cultura. El porque de esta utilización es un gran
dilema o por lo menos lo es para mí. Me parece que el vocabulario es suficiente
para expresar todo tipo de cosas sin necesidad de utilizar algún objeto que
evoque a lo que se quiere decir. Quizás estas personas tiene sus propias
razones por las cuales no exteriorizar directamente tal o cual cosa, una de
ellas pudiera ser que el símbolo le un énfasis que probablemente no pudiera
expresarse de manera oral. O tal vez, la propia cultura obligue a utilizarlos;
no lo se a ciencia cierta.
Para adentrarnos al tema de
la simbología propiamente náhuatl, en primer lugar debe de mencionarse que está
expresada solo en sus manifestaciones artísticas; y si alguna vez fueron
símbolos de tradición oral, se perdieron; solo dejándonos con algunos vestigios
materializados de estos.
Esta cultura florece en
Teotihuacán, que es de las más representativas e importantes del periodo
clásico, tiene sus orígenes en Cuicuilco, misma que se desarrolló en los
albores del preclásico. Algo enteramente característico es que “Teotihuacán […] posee una secuencia
continua, que, desde el Arcaico, llega progresivamente al más puro clasicismo”.[1]
Lo que hace tenga no solo una tradición, lenguaje, religión,
estratificación social, técnica artística y constructiva ya establecida y
perfeccionada; sino también un sistema simbólico bastante desarrollado basado
en su visión del mundo con marcada influencia ritual – religiosa.
Ahora bien, el simple hecho
de buscar la palabra “simbología” en mi diccionario interno, hace que
inmediatamente la relacione con el arte náhuatl, y más aún con los jeroglíficos
que constantemente lo enmarcaban, o sencillamente en sus códices. Lo cual es bastante
lógico, porque el simple hecho de utilizar la escritura implica el uso de
símbolos. Pero los teotihuacanos al parecer, hacían un esfuerzo desmesurado y
tenían un gran interés en el aspecto simbólico fuertemente arraigado a su
cosmovisión.
Con esto me refiero, entre
otras cosas; por ejemplo al elemento de la dualidad (cabe mencionar que esta
concepción se da en todas las culturas mesoamericanas) expresado sobre todo en
la figura del Quetzalcóatl, una serpiente emplumada. Al hablar de un animal
rastrero, nos remitimos directamente a la tierra, a lo mundano. Y la existencia
de plumas, nos hace pensar en algún ave que obviamente está en constante vuelo.
A su vez estos dos conceptos: tierra y ave, son otros dos símbolos con una
abstracción más elevada. Para los teotihuacanos la tierra era considerada la
materia tangible, y el pájaro estaba asociado al cielo, “el Quetzalcoátl es entonces el signo que contiene la revelación del
origen celeste del ser humano”[2].
Actualmente, para muchas
culturas el concepto del “cielo” hace referencia a una especie de paraíso hacia
donde van dirigidas las almas benefactoras en el mundo terrenal, y en caso
contrario, estas van en dirección al inframundo.
Menciono esto, porque la
cultura náhuatl tenía una concepción parecida, la única diferencia es que las
almas no se quedaban estáticas para siempre en alguno de los dos mundos no
terrenales; sino que era un constante ciclo, un eterno retorno. Y a todo esto,
es lo que deviene la representación entre la unión del cielo y el inframundo;
creando una fusión perfecta en el centro.
Es precisamente ese el
último tema que me parece pertinente tocar, el concepto del “centro”. Para los
náhuatl, como ya se mencionó siempre existían los contrarios; pero ninguno de
los dos era perfecto o completo. La fusión de estos elementos era lo que hacía
posible el orden del universo. Y esto se puede entender en términos
coloquiales, en una balanza sino hay un sustento intermedio, sencillamente no
hay un equilibrio, y ninguno de los dos tiene algún peso, sencillamente no existen,
hablando metafóricamente.
De igual manera ocurre con
los teotihuacanos, sino hay un centro que regule a los elementos opuestos, de
cualquier tipo; se pierde el equilibrio del universo.
Todos estos conocimientos
acerca del mundo náhuatl, se han podido lograr gracias a numerosos y arduos
trabajos de investigación de la simbología expresada en su arte principalmente.
Quizás en algunos miles de años, haya habido una decadencia de la cultura
actual y estudiosos de ese futuro lejano quieran estudiar nuestros rasgos
característicos y sobretodo nuestra concepción del mundo. Se encontrarán en el
mismo lugar que nos encontramos con respecto a las culturas prehispánicas. Toda
expresión del lenguaje, está basada en símbolos, no se cual sea la razón; pero
se que siempre existirá en todo el mundo la necesidad de representar conceptos
por medio de estos.
No estoy segura de que sea
una reacción innata, o sencillamente una herencia que nos dejaron nuestros
antepasados; quizás valdría la pena analizarlo, mientras tanto… Hoy se que así
fue que conocí a la cultura náhuatl, gracias a sus símbolos.
REFERENCIAS
SEJOURNE, Laurette. Pensamiento y
Religión en el México Antiguo. Ed. Fondo de Cultura Económica. México.
1957.
[1] SEJOURNE, Laurette. Pensamiento y Religión en el México Antiguo. Ed. FCE. México. 1957.
p. 92.
[2] SEJOURNE. Ibid. p. 96.
Muy bien Ilse. Buen ejercicio de las ideas plasmadas en tu escrito.
ResponderEliminarOjo! si hablaremos en primera persona del singular o tercera del plural, decidir y usar solo una.