Unión
de contrarios. La base de la perfección
Quizás
el concepto de “dualidad” es el más trillado cuando se habla acerca de la
cultura náhuatl, aunque no sólo de ésta; sino de toda Mesoamérica. Sin embargo,
es imposible excluir este término al
tratar de comprender a cada uno de los grupos humanos asentados en esta zona.
No era
una condición que los rasgos comunes
entre una civilización y otra se deban a
la estrecha relación que guardaban
gracias al comercio tan activo que se dio
en esas épocas. Puedo afirmar que sí
influyeron las culturas más arcaicas en este pensamiento dual, pero no
directa y estrictamente. Porque cada grupo humano al iniciar la estructuración
de su cultura como tal, no tenían grandes influencias de su pasado y es lo que
las hace diferentes a sus antecesores.
En la
conformación de su religión y propiamente de su mitología, se mencionan la
existencia de dioses para casi todos los elementos naturales así como de los
fenómenos que acontecen en la sociedad. Sin embargo, hay una particularidad muy
notoria; me refiero a la existencia del contrario de cada dios, así como de su
parte femenina y masculina.
Enfocándome
ahora sólo en la cultura náhuatl, al tratar sobre todo aspecto de su sociedad es obligatorio
mencionar a algún dios; porque siempre existirá la presencia de alguna
divinidad para cualquier tema que se quiera tocar de esta civilización. Pero algo
que también es inevitable, es mencionar a la complementación del dios, es
decir; a su contrario.
El pensamiento
náhuatl se basa en el equilibrio que debe reinar en el universo, y esto sólo
pudo lograrse gracias a la existencia de las dualidades, no solo en los dioses,
sino en todo aspecto de su vida cotidiana: el día y a noche, la muerte y la
vida, el hombre y la mujer, Y la perfecta unión de estos, es lo que logra el balance de la realidad en la que vivían.
Parece
absurdo seguir hablando de la unión de contrarios y del punto en que se juntan
para lograr el orden cósmico, pero cada actividad y manifestación artística
derivada de la cultura náhuatl es la representación de esta cohesión. Los 4
soles de las vidas pasadas están rodeando al quinto sol, que representa la vida
en la que se ha llegado a la perfección del funcionamiento de los astros y del
propio ser humano. Las pirámides nos muestran de la misma manera la unión de
los cuatro puntos en un centro el cual está dirigido al cielo que representa el
lugar al que se anhela llegar adorando a los astros y a todos los hechos
naturales que provienen de él y que les facilitan su estancia en la tierra ayudándolos a
producir los frutos de su sustento. Pero así como se dirigen hacia arriba,
también piensan en el abajo y sobre todo en la tierra que es el punto medio en
el que se fusionan estas grandes fuerzas de la vida y la muerte,
del día y la noche, de la luz y la obscuridad.
Enfocándonos
ahora en el ser humano como ente creado por los dioses y como elemento de
perfección podemos encontrar que también cumple con estas características duales
y que es en su centro en donde se unen y generan todo sentimiento y motor de
vida. Es en el corazón donde todo brota, de donde se irriga el flujo sanguíneo hacia
el resto del cuerpo y le da vida a éste. Es el indicador de la vitalidad y por
lo tanto el regalo más preciado que un hombre puede ofrecerle a sus creadores
con la finalidad de fortalecerlos y que estos puedan seguir proveyendo al
hombre de lo necesario para su sustento. Por esto es que encontramos variadas
representaciones de corazones en sus esculturas y pinturas, incluso en el
atavío de sus dioses como es el caso del Tigre- pájaro – serpiente, entidad que
simboliza el reencuentro de las tres eras cósmicas o en la representación del
Templo Mayor de Tenochtitlán, según el códice florentino en donde los dos ídolos representan Xochipilli llevando en la mano un corazón
floreciendo.
Analizando
estos elementos antes descritos podemos concluir que la profunda observación y conocimiento de los elementos naturales que
llevo a cabo el hombre no sólo se enfocaban al estudio de su alrededor sino al
conocimiento profundo de su ser en el cual también encontraban plasmada la
perfección que se da en le quincunce y
es de esta manera en que se integra a su realidad como un ente que al igual que
los dioses tiene su parte contraria pero sin el cual no se podría dar sustento
a la vida.
Bien por el rumbo que decidiste darle a tu texto Alexandra, a manera de observación hubiera sido prudente apoyarte de citas del texto del que partiste y también ubicar tu bibliografía.
ResponderEliminarHay que cuidar si hablamos en primera persona del singular o tercera persona del plural, pero no mezclar (sugiero la segunda opción).