viernes, 13 de abril de 2012


LA IMPORTANCIA DEL ESTUDIO DEL ARTE PREHISPÁNICO EN LA HISTORIA DEL ARTE.
Por Tania Fulgencio

La importancia de las manifestaciones artísticas prehispánicas en la historia del arte reside en su originalidad, filosofía y conceptos desarrollados entre las más variadas culturas que habitaron en el México antiguo, desde el periodo formativo hasta la llegada de los españoles. Decimos que estas civilizaciones son originales porque, antes de la conquista, no tuvieron influencia del exterior,  sólo entre ellas. Además, el arte prehispánico es filosófico y conceptual, porque plasma los fundamentos de su cosmogonía y un lenguaje simbólico en sus obras.

“¿Cuándo se puede decir que una cultura es auténtica? Cuando tiene una connotación moral y psicológica al referirse a las razones o motivos de las creencias y actitudes [del hombre]. La manifestación cultural es auténtica cuando es congruente con las necesidades, deseos e intereses […] que son la vida profunda de la comunidad. En suma la autenticidad quiere decir autonomía de la razón respecto a los motivos que impulsan a la congruencia de la vida real.” [1]

Mediante un largo y lento proceso el hombre mesoamericano pasó de nómada a sedentario, y de la misma forma en que elaboró herramientas para crear diversos elementos, también fue desarrollando su pensamiento individual y colectivo, su visión del mundo, que le permitiría sentar las bases de los grupos sociales, justificar su existencia, explicando su pasado para que así las generaciones futuras se apropiaran de él y a su vez, se encargaran de perpetuarlo. He aquí el nacimiento de la cultura, teniendo en cuenta que no solo fue una, sino muchas, ya que Mesoamérica es como “un mosaico de culturas”.
Por consiguiente, encontramos de manera implícita y explícita en la formación de la cultura el nacimiento del arte, así como en el desarrollo y establecimiento de la religión y el gobierno, que fomentan y, por así decirlo, “patrocinan las artes”, también lo hayamos en  la división de clases sociales y la especialización del trabajo. Aquél hombre sensible y creador fue capaz de perpetuar la vida en la piedra, en la pintura, en la cerámica y en cada una de sus obras, con una increíble variedad de formas y estilos y gracias a la historia del arte sabemos que más allá de ser creaciones artísticas, son los elementos propios de un grupo, que nos comunican a través de sus sistemas de formas los símbolos de su vida religiosa, moral y social, muestra viva de su pensamiento tan complejo y abstracto.
 “El estilo de las artes visuales mexicas se caracteriza por su impecable estructura y por su profunda energía concentrada. Sus formas se recogen sobre sí, se constriñen y compactan a la espera del detonador que las hará revelar sus significados más profundos. No interrumpen el espacio, y el tiempo que las rodea congela la eternidad de sus emociones contenidas”[2].
Al crear a sus primeros dioses, crearon también sus primeras obras de arte, pues estas pasaron de ser inmateriales, a formas materiales y concretas, con cualidades religiosas y mensajes simbólicos para los espectadores de una comunidad determinada, que les ayudaran a comprender el paso del tiempo y sus circunstancias.
“Las obras de arte comunican y educan a la comunidad que las mira, y afirman, ante ella, la dignidad y el poder superior del hombre. Éste aspira a reconocerse en su pasado para tomar conocimiento histórico.”[3]
El arte también fue una forma de reforzar el poder que las divinidades y los gobernantes ejercen sobre los hombres. Estas ideas fueron compartidas entre los diversos grupos que florecieron en tierras mesoamericanas. Pero ¿Cómo el hombre contemporáneo puede ser capaz de captar el verdadero significado de estas piezas? ¿Hasta qué punto podemos considerarlas o no obras de arte?
    Respondamos poco a poco estas interrogantes. Cuando un individuo o un grupo de seres humanos pertenecen a la misma comunidad, comparten ideas, creencias, prácticas o ritos que pueden pervivir en las creaciones del hombre, para que así, cuando éste muera, sus obras se conviertan en la voz del artista o en la de un pueblo entero, teniendo en cuenta que el verdadero significado del mensaje que se quiso transmitir permanecerá, como un tesoro, oculto dentro de la cultura a la que perteneció, porque con el transcurrir de los años este se transforma o se pierde por completo.
“Es comprensible en la medida en que el espectador o receptor, al ser un elemento de la misma cultura, comparte el sistema de formas visuales y sus contenidos. No obstante, con el paso del tiempo, su mensaje se vuelve ininteligible porque se han dejado de compartir las prácticas culturales que dieron origen a las obras de arte. Y es la historia del arte, con sus metodologías específicas, la que pretende comprender estos objetos en su intrínseca condición histórica”.[4]
Con relación a la cita anterior, una manera en que la sociedad actual puede adentrarse al conocimiento y comprensión de estas civilizaciones precolombinas es escudriñando en el pasado más remoto a través del gran legado artístico que nos han dejado, recurriendo a la historia del arte, que además de registrar formas, líneas, colores o estilos, intenta capturar la esencia del artista, no de manera aislada, sino como parte de un todo, ya que resulta imposible ignorar los poderosos efectos que el clima, las tradiciones, la religión o la política ejercen sobre los grupos humanos.
“La historia del arte es una ilustre disciplina humanista que permite advertir al hombre […] como individuo [y] también como agente de acción comunitaria y social, capaz de crear las más altas expresiones de las artes visuales, […] con una necesidad innata de establecer orden para sí mismo y para el mundo que lo rodea, y con la obligación de conocer el pasado, a fin de afirmarse en el presente y prever el porvenir”.[5]
    Podemos afirmar que es necesario conocer nuestro pasado, pues éste nos otorga identidad, le da un sentido a nuestras vidas, nos permite entender nuestra situación actual y de alguna manera, hace que el futuro sea predecible. Así, mediante el estudio de la historia del arte, las sociedades actuales pueden ser partícipes de las teorías y propuestas que los investigadores establecen, sin dejar de lado que gran parte de la información que obtienen son conjeturas a partir de los vestigios arqueológicos y artísticos cuando no se cuenta con fuentes históricas escritas.
 Por ejemplo: los casos de la cultura olmeca y la mexica. Creemos conocer la historia de la primera  a través de la interpretación de sus obras de arte, como lo hemos hecho con las cabezas colosales, “los danzantes” de Monte Albán o las esculturas de los “baby faces”, sin embargo, por la inexistencia de documentos o fuentes escritas, no sabemos su verdadero origen, su lengua o el significado concreto de sus manifestaciones artísticas. En contraste, poseemos mucha información de la cultura mexica, por una parte, la gran cantidad de obras artísticas y por otra, las fuentes escritas que se conservan de esta cultura, de antes y después de la colonia. Por ejemplo: la Tira de la peregrinación o el Códice Mendocino.
Volviendo a la segunda cuestión que antes planteábamos ¡qué difícil será responderla! Ya que, por lo general se ha establecido que los antiguos mexicanos no creaban sus obras por el solo deseo de contemplarlas, (l’art pour l’art) sin embargo, será una sentencia que no podremos afirmar del todo. Si retrocedemos a la etapa aldeana, puede decirse que su objetivo fue práctico: primero, en una etapa de ensayo y error, es decir, aquellos hombres experimentaron con tierras distintas y todo tipo de materiales que encontraban a su alrededor para afinar poco a poco sus técnicas. En segundo lugar, para almacenar sus líquidos y alimentos y transportarlos de manera más fácil; en resumidas cuentas, sus objetos eran de carácter pragmático y utilitario.
Ahora bien, en el periodo clásico las creaciones tuvieron claramente fines religiosos y políticos para el control de las masas y el comercio jugó un papel muy importante, porque propició la comunicación de diversos grupos culturales y la mezcla de tan variados estilos, siendo algunos de una maestría y complejidad impresionantes, sea el caso maya o zapoteca. En el periodo postclásico el carácter militar fue el tema principal del arte, justificado nuevamente con los mitos, como el de Quetzalcóatl o el de Huitzilopochtli.
“Habría imbricación entre el poder real, militar y sacerdotal  […] Es un arte de carácter predominantemente religioso [pero también militar]  […] La guerra mesoamericana posee un significado dual: es política y es religiosa, es búsqueda de ganancias materiales y es un ritual  […] es la otra cara del comercio  […]  una de las consecuencias de la pluralidad de ciudades-Estados y de sus intereses antagónicos.”[6]
Sin duda la religión y la política impulsaron la creación de un arte, pero frenaron la creatividad individual y como consecuencia puede decirse que también el desarrollo cultural, otorgándole un significado intelectual y filosófico a este arte increíble, que “antes de juzgar, debemos comprender”.
Si bien no crearon obras para ser exclusivamente contempladas, por su carácter o intencionalidad política, religiosa o militar, estas ejercieron fuertes efectos en sus espectadores, ya emocionales, ya espirituales, y ¿por qué no? estéticos; puesto que no podemos dejar de lado los juegos de luces y colores en la maravillosa arquitectura que día a día era observada y admirada por sus habitantes, o el uso de máscaras de jade recubiertas con teselas de piedras preciosas que, aunque sean de uso ritual, no creo que al espectador de las ceremonias no le causara  ese sentimiento de fascinación, no solo ante lo sublime y sagrado del rito, sino que también ante la extraña belleza del objeto empleado.
“La excitación […]  es capaz de comunicar a una masa entera ese don artístico de verse rodeada por semejante muchedumbre de espíritus, con la que ella se sabe íntimamente unida. […] Verse uno transformado a sí mismo delante de sí, […] visión que es en su totalidad una apariencia onírica.”[7]

Sin temor a equivocarme,  afirmo que en el universo prehispánico existieron las más ricas y variadas formas de arte, un arte que al intentar contextualizarlo o reducirlo a nuestras explicaciones, ha sido mal interpretado o menospreciado. No podemos negar que posee un carácter original, intelectual y filosófico, en donde cada “forma también es concepto” de su compleja forma de entender e interpretar su mundo natural y sobrenatural, además deducimos que estos hombres tenían una firme idea del arte y de los artistas, como para la cultura mexica lo fueron por excelencia los toltecas, pues de todas las que habitaron Mesoamérica es de la que más información se posee, lo que no significa que los demás grupos no tuvieran una concepción del arte y del artista,  como en los casos maya o teotihuacano, el hecho de que los escribas, los pintores, poetas o sacerdotes tuvieran un rango elevado en la sociedad nos dice mucho acerca de su idea del arte y los hacedores de esta noble labor.
Por la colección de Cantares Mexicanos sabemos que las sociedades nahuas tenían reuniones de cantores, poetas y danzantes, contaban con academias de música y canto, de literatura, de pintura, de escultura, entre otras. “En la flor y el canto de las cosas, dialogaban con su propio corazón.”
CONCLUSIÓN
El hombre se ha encargado de dominar y explotar la naturaleza hasta convertirse en el homo consumens que actualmente es. Los seres humanos somos las criaturas más depredadoras que habitamos el planeta, ya que si partimos de una creencia occidental de que todo fue creado para servir al hombre, sin importar el daño que pueda causar a su entorno natural o a sus semejantes no tan semejantes, por tener diferentes razas o creencias.
“Como si para formar o mantener su puesto natural [el hombre] hubiera de dar muerte y devorar cuanto no es el mismo. Y mata así y consume y corrompe cosas y criaturas, igual que si ejerciera un deber monstruoso sin más término que el total acabamiento.”[8]
En contraste al antropocéntrico europeo, el hombre prehispánico buscó la esencia de sí mismo en la naturaleza y el cosmos, justificó su existencia y lugar en el mundo a través de un perfecto equilibrio con su entorno y antes de preocuparse por sí mismo, primero lo hizo por el universo, los dioses y  los hombres con los que coexistió. Como lo afirma Rubén Bonifaz Nuño: “si en la noción occidental el universo está hecho para servir al hombre, en la noción prehispánica el hombre se hizo para servir al universo.” Todo lo contrario a los ideales del hombre actual que, ensimismado, no se preocupa por cómo cuidar el mundo, cómo preservarlo de la destrucción.
Podemos concluir que el arte prehispánico es un arte polifacético, para algunos utilitario, religioso o político, para otros extraño, sublime o filosófico. Es producto de la humanidad antigua de nuestro país, es una obra histórica que habla por sí sola, que a través del tiempo es interpretada y reinterpretada, adquiriendo siempre nuevos significados, provocando nuevas experiencias estéticas y sobre todo, muchas interrogantes que siguen sin respuesta.
El arte prehispánico puede verse como un patrimonio de la humanidad y aunque se desarrolló en México, no significa que sólo pertenezca a los mexicanos, este arte es para todo aquel que se atreva a traerlo consigo, es de aquel que lo estudia, del que lo intenta descifrar, de todo el que se maravilla ante sus obras sublimes y se empaparse de su filosofía.
El historiador del arte se encarga de comunicar su experiencia y ayuda a comprender los trabajos del arte y de los investigadores, interpretándolos según su punto de vista y sobre todo los disfruta y aprende siempre maravillosas enseñanzas.
La historia del arte, particularmente del arte prehispánico, es una poderosa herramienta que nos permite conocer nuestro remoto pasado, nos enseña y perfecciona cuando, al comprenderla, la hacemos parte de nosotros, ya que podemos retomar elementos de una elevada filosofía que nos transforme en mejores personas y nos recuerde y haga conscientes de que la vida es como un suspiro o un pestañear y cada momento debe vivirse como si fuera el último de nuestra vida, porque:
“Sólo venimos a dormir,
Sólo venimos a soñar,
No es verdad, no es verdad
Que venimos a vivir en la tierra.
En hierba de primavera nos convertimos;
Llegan a reverdecer,
Llegar a abrir sus corolas nuestros corazones;
Pero nuestro cuerpo es como un rosal;
Da algunas flores y se seca.”[9]
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BIBLIOGRAFÍA
CASO, Alfonso. El pueblo del sol, Ed. FCE,  vigesimotercera reimpresión, México, 2009.
DE LA FUENTE, Beatriz. “Para qué la historia del arte prehispánico” en Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM, México, D.F. vol. 23, núm. 89, otoño de 2006, pp. 7-21.
KRICKEBERG, Walter. Las antiguas culturas mexicanas. Ed. FCE,  duodécima reimpresión, México, 2003.
PAZ, Octavio. Los privilegios de la vista II, Cap. I El águila, el jaguar y la virgen. Introducción a la historia del arte de México, Ed. FCE, cuarta reimpresión, México 2006.
QUIJANO, Manuel. “La Historia, ¿para qué?” en Revista de la Facultad de Medicina, UNAM, México, D.F. vol. 51, núm. 6, noviembre-diciembre de 2008, pp. 233 y 234.
SANCHEZ MacGregor, Joaquín. Comentario a la ponencia de Rubén Bonifaz Nuño, Intitulada: “El humanismo prehispánico”, en Memorias del Congreso: El humanismo en México en las vísperas del siglo XXI, UNAM, Coordinación de Humanidades, México, 1987.


[1] QUIJANO, Manuel. “La Historia, ¿para qué?” en Revista de la Facultad de Medicina, UNAM, México, D.F. vol. 51, núm. 6, noviembre-diciembre de 2008, p.23.
[2] DE LA FUENTE, Beatriz. “Para qué la historia del arte prehispánico” en Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM, México, D.F. vol. 23, núm. 89, otoño de 2006, p. 21

[3] Ibídem, p10.

[4] Ídem. p. 8

[5] Íd. p. 9

[6] PAZ, Octavio. Los privilegios de la vista II, Cap. I El águila, el jaguar y la virgen. Introducción a la historia del arte de México, Ed. FCE, cuarta reimpresión, México 2006, p. 34.

[7] NIETZSCHE, Friedrich. El nacimiento de la tragedia, Ed. Alianza, novena reimpresión, México, 2009, pp. 86 – 87.

[8] SANCHEZ MacGregor, Joaquín. Comentario a la ponencia de Rubén Bonifaz Nuño, Intitulada: “El humanismo prehispánico”, en Memorias del Congreso: El humanismo en México en las vísperas del siglo XXI, UNAM, Coordinación de Humanidades, México, 1987, p.5
[9] CASO, Alfonso. El pueblo del sol, Ed. FCE,  vigesimotercera reimpresión, México, 2009, p. 123



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