sábado, 14 de abril de 2012


OCHO VENADO GARRA DE JAGUAR
ANATOMÍA MESOAMERICANA

Miguel Alexis López Segurajáuregui



 Historia del Arte. Segundo cuatrimestre
Arte Prehispánico de México
Profa. Ireri Ortiz Silva
  15 de abril de 2012








“J’ai peur du sommeil comme on a peur d’un grand trou,
Tout plein de vague horreur, menant on ne sait oú…”[1]
Charles Baudelaire


Los ojos de Ocho Venado

            El iris del tiempo crea y destruye a los hombres. Una voluntad cambiante que envuelve la forma, desencadenando vida y muerte; sus párpados, la mundanal canoa que circula por los esteros de la existencia, a través de los años. Expirar es disgregarse, convertirse en la febril mariposa o flamígero colibrí que porta el tonalli de vuelta al manto celeste. El ya no estar es un parto nuevo, nacimiento cíclico, locomoción por los nueve mundos subterráneos, buscando el cénit al alba, mientras el espíritu del plano inferior se encarama a las raíces de la planta del maíz, que le sirven de techo y cobijo. Quiebre, cese, acción, reacción: interminable ritmo, base de la pirámide y lugar donde son anclados los puntos cardinales en el vientre de peculiar montaña artificial. Una serie de contracciones… individuales, sociales, religiosas, políticas, artísticas… con una duración de cincuenta y dos años, desembocan en la Toxiuhmolpilia[2] (“Atadura de nuestros años”). Entonces, se desechaban los objetos domésticos: un abandono que se transforma en semilla de renovación y al reformarse, la realidad se convierte en otra sin dejar de ser la misma. Como un espejo transfigurado sobre el cual se posa la mano del recuerdo.

La dualidad mesoamericana, tejido complejo y vasto, tiene su fundamento en el dilatado “aislamiento cultural”, en comparación con los procesos del Viejo Mundo: citando a Miguel León-Portilla, “hay culturas que no son originarias, como la griega; el caso mesoamericano es distinto”. Mesoamérica es una gran y única civilización que se alimenta de diversos conceptos y sus distintas interpretaciones, maduradas al sol de las eras por las diferentes culturas que coexistieron en su interior. Los dioses fueron los mismos, con distinto nombre, y éstos últimos transitaron la geografía mesoamericana sumando o quitando atributos, pero manteniendo su esencia intacta; tal vez sea ésta la característica más sorprendente del mundo prehispánico. Es decir, el cambio paulatino del pensamiento preservando el humus originario, condición que solo pareció lograrse en el caso americano, incluyendo las culturas andinas.

Dicha permutación no sería correcta (ni prudente, hablando con justicia histórica) intentar analizarla partiendo de esquemas europeizantes o de otras latitudes; el proceso mesoamericano posee entidad propia. Divisiones como la edad de Piedra o Bronce pueden ayudar a situar algunos elementos en relación al avance cultural del resto del globo, pero en términos tecnológicos estrictos, Mesoamérica tuvo una evolución particular, empezando por la ausencia del empleo de la rueda (ciertamente utilizada en juguetes) y los animales de tiro en las labores agrícolas. Desarrollos culturales distintos exigen perspectivas de análisis distintas, ya que ¿Sería correcto utilizar gafas de sol tanto de día, como de noche?

Desde una óptica tradicional de occidente, se ha pensado que una civilización es prominente basándose exclusivamente en los avances tecnológicos. Sin embargo, en Mesoamérica podríamos hablar de otra clase de conquistas, entre ellas la filosófica, la artística y la espiritual, siendo la tercera un aspecto indisoluble y totalizador en la concepción de la vida mesoamericana: el cincel y martillo del actor prehispánico, escultor a la vez de agente… del devenir cósmico.

Siendo estadista, militar y sacerdote, los ojos de Ocho Venado Garra de Jaguar eran brillantes como las estrellas; gracias a ellos pudo contemplar como su enorme imperio se enriqueció al anexar los señoríos de Tilantongo, Teozacualco y Tututepec, convirtiéndose así en el máximo regente de la cultura mixteca. Gracias a una conveniente alianza con Cuatro Jaguar, señor de Tollán-Xicocotitlán (ni más ni menos que Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl[3]), Ocho Venado pudo vanagloriarse de su estatus al ser investido con un besote de turquesa por parte del emplumado dios. El mito se mezcla con el hecho histórico como las piezas de jade lo hacen para formar la máscara pectoral del dios murciélago zapoteco.

Las extremidades de Ocho Venado

Religión, guerra, comercio y política: cuatro miembros de ese gran cuerpo cultural mesoamericano. La expansión de los límites territoriales de un Estado trae consigo el inevitable conflicto, aunque este puede desembocar en dos caminos. Uno de ellos, poco usual, era la conquista propiamente dicha: masacre, aniquilación y el silencio que reina previo a la victoria. La otra posible conclusión, más acorde a Mesoamérica, operaba en términos de someter y hacer de los conquistados un pueblo tributario, además de abastecer a los victoriosos con personas para los sacrificios. La sangre es motor del universo, alimento del sol, albacea de los guerreros águila y jaguar, presea para el gobernante y sacerdote. Por supuesto, la conquista material era bien estimada (¿Qué cultura no ha deseado ese perfumado regaliz en su historia?), aunque la espiritualidad y la propia ideología que alimentaba la cosmovisión prehispánica, eran los verdaderos engranajes tras el mecanismo bélico.

El mito de origen se convirtió en justificación y mascarón de la proa del barco que guiaba a los pueblos mesoamericanos por las gloriosas aguas, lejos del olvido anclado a la tierra. Ya en altamar, el hombre se daba cuenta de la forma del mundo. Había entonces que mantenerlo a flote y, como las distintas velas que ondean por encima de este imaginario navío… debía perpetuar su transformación, en este caso jugando a favor del viento. Algo similar ocurría con las guerras floridas: velas por sangre, barco por dioses y los ritos a modo de viejo y confiable capitán. En ambos ejemplos, persiste un elemento común: el movimiento. El quinto sol no miente y reclama el pago de tributos.

Otra forma de guerra, esta vez invisible, la ocupaba el comercio; además del interés económico derivado del intercambio de bienes, los señoríos debían su influencia y poder gracias a la información constante que les proporcionaban espías. Se sabe que existieron centros donde convergían mercaderes de todos los rincones de Mesoamérica, lo cual sustenta el hecho de que ciertos materiales y estilos artísticos hayan sido adoptados en puntos diametralmente opuestos del mapa, por culturas distintas entre si: este aspecto implica un reto importante para antropólogos e historiadores del arte al momento de analizar las distintas obras y restos arqueológicos. No existe un solo “tipo” de Cocijo, Chaac, Huehuetéotl,  juego de pelota, incensario o columnata. El grado de interpretación y reinterpretación de los símbolos es realmente virtuosa en el caso mesoamericano.

Ocho Venado Garra de Jaguar poseía brazos como piedra y ágiles piernas, fruto del consumado entrenamiento militar, aunado a las penurias que la guerra infiere a los seres humanos, terminando por fortalecerlos. Ocho Venado tuvo varias esposas (estrategia que ayudó a consolidar alianzas familiares entre los nobles de otros señoríos) y fue conocido por ser un gobernante prolífico, además de tener una vida larga: curiosamente, un ciclo de cincuenta y dos años. Sin embargo, no estuvo exento de dificultades, ya que uno de sus hermanos, Doce Terremoto Jaguar Sangriento, señor de Xipe, se casó con una prima que era hija de uno de los señores de Tilantongo, por lo que Ocho Venado tuvo una intensa rivalidad política que le impedía hacerse con todos los territorios. Su ambición, a la larga, le costaría algo más que su reputación.

El corazón de Ocho Venado

El arte mesoamericano concibe la forma como concepto. Como gran civilización, dotó de un refinado nivel intelectual a su lenguaje sensible: incluso en nuestros días analizar e interpretar a  una Coatlicue o un Tlaltecutli, en armonía con las nociones estéticas tanto del presente (inseparables, en tanto actores de nuestro tiempo) como del pasado (ambiciosa meta para el investigador), resulta difícil. El camino puede tornarse más escabroso aun con la añadidura del carácter prácticamente constante de los temas religiosos, tomando en cuenta que la influencia de las creencias espirituales permea a la arquitectura, la pintura, la cerámica y la escultura. El centro de estas cuatro artes tiene un cariz filosófico que explora elementos como la dualidad, la naturaleza y el mundo mitológico, además de sus ramificaciones: Ometéotl es vida y muerte, femenino y masculino, creación y destrucción, quien engendró a los cuatro Tezcatlipocas; negro, azul (Huitzilopochtli), blanco (Quetzalcóatl) y rojo (correspondiente a Xipe Totéc). La seriación se repite observando las cuatro eras pasadas y la quinta, el sol de movimiento, que es el tiempo presente. Los guerreros águila y jaguar también representan el número dos: el águila como el sol y el felino como un sol nocturno… los ejemplos pueden ser cientos.

Es interesante resaltar la noción de “superestructura que continuamente vuelve al origen para volver a estructurarse” e incluso “matriz universal de alma fractal que vuelve a construirse sobre si misma”, lo que podemos observar en la arquitectura (número de escalones, nichos, cuatro esquinas de las pirámides), escultura (figuras bicéfalas de Tlatilco, los señores de la muerte “siameses”, calendario solar mexica), en pintura (frescos teotihuacanos, códices mixtecos, templo de las inscripciones de Palenque) y cerámica (vasijas trípodes, urnas dobles). La “dualidad que contiene otras dualidades” tiene una especial resonancia en el calendario solar de los mexicas, empezando por Tonatiuh (con su lengua visible, por estar sediento de sangre), rodeado por las cuatro eras pasadas y los puntos cardinales, a su vez contenidas por los glifos de los días y después, los alusivos al concepto de meses… cerrando esta maravillosa conceptualización con sendos Xiuhcóatl.

Este ingenio, observable por todo Mesoamérica, puede deberse a que tanto la arquitectura, como otras artes, son un intento de réplica de la naturaleza. Pero van más allá: es la apropiación de la naturaleza como un crisol donde el lenguaje poético se gesta en formas vivas in situ. ¿Qué es el juego de pelota, sino la contienda entre Quetzalcóatl y Tezcatlipoca negro, el sol contra la noche? ¿Qué son los Bacabs, sino el sostén del cielo, los brazos en los cuatro puntos? Existe, finalmente, un orden del cual parte la materia conocible y de ésta, las manifestaciones del mundo sensible.

Los imperios caen por su propio peso. Ya lo temía dentro de su propio corazón Ocho Venado Garra de Jaguar. Un movimiento en falso, la flecha equivocada, la palabra contenida, la acción que no era meditada. Su sobrino, Cuatro Viento, se encontraba dispuesto a vengar la muerte de su padre Doce Terremoto, que había sido cruelmente aniquilado por Ocho Venado. Como piezas de ajedrez, Cuatro Viento ganó el favor de los restantes señoríos mixtecos para derrocar a su confiado tío. Desenlace fatídico: el joven le hizo prisionero y el valiente Garra de Jaguar fue sacrificado en el año 1115 de nuestra era. Un ciclo llegó a su fin y otro se levantó de las cenizas de la noche, para convertirse en el sol de amarillas plumas.       


           
BIBLIOGRAFÍA


PAZ, Octavio, Los privilegios de la vista II, Cap. I El águila, el jaguar y la virgen. Introducción a la historia del arte de México, Ed. FCE, 4° reimpresión, México 2006

ESTRADA, Julio, La música de México, UNAM, México, 1984

NORTON LEONARD, Jonathan, América Precolombina, trad. Eduardo Escalona, Ediciones Culturales Internacionales, México, 1983

BRAVO GUERREIRA, María Concepción, El mundo precolombino, Ed. Océano, Barcelona, 2001

MONREAL Y TEJADA, Luis, Gran Historia del Arte: África, América y Asia, Vol. X, Ed. Planeta, España, 1998 


[1] “Tengo miedo del sueño, como de un agujero / Lleno de vago horror, que arrastra a no sé dónde…”
[2] ESTRADA, Julio, La música de México, UNAM, México, 1984, p. 166
[3] Cuatro Pie, según su nombre alusivo al calendario.

1 comentario:

  1. El texto es muy tuyo Alexis y ha resultado grato leerte a través de este ensayo.

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