lunes, 5 de marzo de 2012

Karla Cisneros Rodríguez; "Náhuatl: su concepción simbólica"

 
Dentro de cualquier cultura, el lenguaje simbólico, no solo por medio de escritura o pequeños signos, también en los convencionalismos en sus expresiones artísticas, es un factor muy importante para poder comprender su cosmovisión y su forma de vida. Aspectos en los que ellos creían para tener una mejor perspectiva de lo que pasaba a su alrededor.

Anteriormente, ya se ha tomado en cuenta el concepto amplio del mito dentro del México Antiguo, analizando las características que se podían contemplar en cada cultura y con esto lo que pasaba en sus mentes en ese entonces. Todo esto se ha podido estudiar gracias a los hallazgos que se han hecho de símbolos, escrituras, esculturas, algunas pinturas y formas expresivas en sus construcciones. 

En el mundo del lenguaje náhuatl, existen varios signos característicos que de igual manera se pueden apreciar en otras culturas. Es un aspecto muy similar a la variedad de representaciones que tiene cada civilización de un mismo dios; el del agua, por ejemplo, representado como Chaac o Tláloc. Si bien, el dios más antiguo que se tiene registrado es el Dios del Fuego, esto se sabe gracias a un incensario que fue hallado en una de las civilizaciones más antiguas llamada Cuicuilco, pieza que simplificaba simbólicamente con su funcionalidad de incensario la magnificencia del Dios del Fuego, Dios Solar, Dios Creador.

Esto podría recordarnos un poco al llamado Quetzalcóatl, que en Cuicuilco era llamado Huehuetéotl. La representación del dios en forma de un anciano, nos da a entender todo acerca de éste, el hecho de portar en él el fuego y en sus arrugas la sabiduría hace que se tenga más comprensión de su hecho como creador. El que creó a todos los hombres y dioses, el que no es más joven que ellos. Todas estas expresiones en Cuicuilco sirven de gran influencia para las siguientes civilizaciones.

La cultura que más se llega a distinguir es la de Teotihuacán, llamada en su momento como Tollan, pero no debemos confundirnos; Tollan era la ciudad gobernada por Quetzalcóatl, sin embargo, se le denominó así a las ciudades consideradas metrópolis.

La concepción de Quetzalcóatl realiza una mezcla entre lo terrenal y lo divino, principalmente porque ya sabemos que los dioses son mortales si no se les alimenta o se les da energía, razón por la cual existen los sacrificios. Una serpiente emplumada, una serpiente que se arrastra, que es terrenal… Emplumada como un ave, el cual puede volar, el cual alcanza lo más alto del cielo, ahí donde los dioses observan.

Teotihuacán, Ciudad donde nacen los Dioses, retoma ese concepto mixto de mortalidad e inmortalidad de su dios principal, Esto es algo que verdaderamente caracteriza a la ciudad, que la hace única, aunque no solo esto, hay otras situaciones que de igual forma la colocan en ese puesto. Su dedicación hacia el Quinto Sol con edificaciones, todo esto originado ahí, hace ver la importancia e historia de su dios creador, con la simbología que expresa la ubicación en la que se encuentra erguida la pieza arquitectónica.

En toda ésta secuencia de posiciones en que se encuentra organizado el centro ceremonial hay una fuerte tendencia a las figuras de cuadriláteros y triángulos, figuras que también son muy utilizadas en la simbología náhuatl. En especial en un signo en particular llamado quincunce. Como Eduard Seler lo ha demostrado, diciendo que el cinco, de quincunce, es una cifra central y constituye un punto de fusión entre la tierra y el cielo.

Esto es una descripción simple de varios símbolos, como el rostro del Quinto Sol o el signo de Venus, que cumplen con las características que demuestra Seler. Posiblemente tiene influencia de la cosmovisión entendida por lo que ellos observaban acerca de la cultura de Teotihuacán. Los nombres dados son en náhuatl, ciertamente, ya que ellos fueron los que descubrieron la ciudad y un dato curioso es que no se sabe exactamente el nombre verdadero de Teotihuacán. Ésta información da a comprender la similitud de ciertos contextos de la cultura náhuatl con la anterior.

La sensación de movimiento, dado por sus glifos, es algo característico de estas culturas también. Podemos ver la importancia de ciertos elementos no solo en los dioses que los representan, de igual forma los podemos notar en la cantidad de ‘garabatos’ que han creado para una lectura más rápida y simple.

La vivacidad del agua, la fuerza del fuego, la importancia del corazón, los seres importantes como la serpiente emplumada, todo esto se plasma en una secuencia de dibujos provenientes de su imaginación, o de su realidad, mejor dicho. Trazos muy marcados, dando formas algo complejas, sin embargo, las podemos identificar con una sola línea que denote el movimiento del símbolo, predominando las curvas, espirales y formas geométricas.

Éste tipo de lenguaje era crucial en su cultura, ellos no se preocuparon por imprimir su vida, conocimiento o mitos de una forma escrita como la que nosotros poseemos, lo hicieron en forma de símbolos propios de su cosmovisión. Sin embargo, cabe destacar, que pueden haber elementos aún más sencillos que se vuelvan complejos en su comprensión y que aún no se hayan notado o descubierto.

 

Referencias

Sejourne, Laurette
Pensamiento y Religión en el México Antiguo,
Fondo de Cultura Económica, México, 1957, pp. 91-143.

Carla Pamela Pulido López " Simbolismo Náhuatl"




CARLA PAMELA PULIDO LÓPEZ
ENSAYO: “Simbolismo Náhuatl”
5 Marzo 2012

Todas las expresiones artísticas, símbolos y lenguaje en el mundo náhuatl son el resultado de observar su entorno, apreciar, sintetizar y expresarlo de una forma clara y común para ellos, distante y llena de misterio por nosotros. Durante todo el México prehispánico, desde su período formativo las representaciones de los elementos de la naturaleza, catástrofes, deidades y el hombre mismo se han expresado por medio de símbolos, gráficos, escenas o simplemente momentos plasmados por siglos. Todo esto para externar su sentir, palpar lo que no pueden controlar o lo que no pueden mantener a su alcance y de esta forma poder venerarlo y alimentarlo.
Los motivos tomados para representar este lenguaje, son elementos que tienen a su alrededor dándole un significado trascendental y mágico, por ejemplo serpientes, quetzales, caracoles, tortugas, jaguares, mariposas de esta forma también indicando el conocimiento de las especies  y la abstracción que pueden hacer para utilizarlos como símbolos o lenguaje mágico.Las primeras expresiones son utilizadas como elementos de culto al  Dios del fuego, representado con rostro de anciano con brasero en la cabeza, asociado con la purificación de las almas por medio de incineraciones, o también medio de comunicación del mundo terrenal con el celestial por medio del humo que sube y lleva las suplicar u oraciones a los dioses.
A lo largo del desarrollo de estas culturas prehispánicas, vemos la evolución en su religión, artes, ciencias y tecnologías, todas estas expresadas a lo largo del tiempo  en sus manifestaciones  artísticas, lo vemos en el desarrollo o etapas constructivas en su arquitectura, el dominio de las técnicas como en la cerámica y escultura, la evolución de trazos en los relieves, y el dominio de pigmentos y expresiones en sus murales al fresco en sus monumentos ligados a la vida de la selva virgen.
Tollan la gran ciudad o metrópolis náhuatl es el reino del creador de todo el saber humano, Quetzalcóatl, donde se vieron creados todos los elementos que representan la cuna de la cultura gloriosa de Teotihuacán. Quetzalcóatl por ejemplo es el signo que contiene la revelación del origen celeste del ser humano, las plumas de la serpiente son el espíritu que ayuda y motiva al hombre arrastrándose como el réptil para conocer la alegría sobrehumana de la creación, la serpiente es la figura de la materia, y el pájaro quetzal simboliza el cielo, pero a la vez representa al hombre mismo y consiente, siendo a su vez un hombre-Dios, divinidad humana que al morir despierta a su nueva realidad en forma espíritu o dios.
Todo esto y en general su entorno tiene un significado en el mundo de los antiguos mexicanos, desde la orientación de sus construcciones occidente-oriente, al norte, etc. la división de estas construcciones es el cielo y tierra (pirámide del Sol y la Luna) unidos por una avenida que marca el eje de unión, también las  particularidades o estilos dentro de la pintura y escultura, las fechas rituales, todos son rasgos culturales, que dan como resultado un desarrollo perfecto del pensamiento. Este camino entre cielo y tierra, que pasa a través  del inframundo por medio de una muerte ritual o simbólica, para volver a nacer, es el proceso de encarnación y purificación que hace Quetzalcóatl en su recorrido por las pirámides, como las antiguas culturas de Mesoriente. Es también el recorrido que hace el Sol todos los días, es viajar al mundo del “abajo” por las noches, y nace de nuevo haciendo su recorrido por el cielo durante el día el mundo del “arriba”. Lo elementos de la naturaleza antes mencionado son también características de algunas divinidades como el Dios Tlaloc, que es el portador del germen luminoso que convierte la materia en energía creadora, el agua.
La división entre cielo y tierra, y a su vez inframundo y tierra, son ejemplos de la dualidad prehispánica que se maneja, pero no solo existían divisiones duales, sino también entre puntos cardinales y su centro, símbolo recurrente entre el mundo náhuatl, el famoso Quincunce es la cifra del centro, 4 puntos cardinales (el arriba y el abajo) los opuestos  unidos por un centro que simboliza el corazón, el Quinto Sol, ombligo de la tierra o Corazón del Cielo, es todo un tratado de metafísica en una sola figura, ya que es una relación entre el alma individual y el alama cósmica, el tiempo y la eternidad, lo limitado y lo infinito. Toda la naturaleza de los mundos vegetal y animal son signos visibles, como envolturas, espejo o apariencia que recubre la esencia, todo espejismo es superado con el nivel de conciencia que puede alcanzarse.
 Este tipo de símbolos o imágenes,  que representan conjuntos, individuos o conceptos son recurrentemente utilizados en su lenguaje, lo vemos en prendas de personajes en relieves, pinturas o esculturas.
Por ejemplo esta cruz tal como fue mencionada anteriormente es la cruz de Quetzalcóatl, simboliza el rencuentro del cielo y la tierra, es también característica del fuego porque aparece en los braseros e incensarios aztecas, y a su vez constituyen la figura clásica de Venus la Estrella de la Mañana, o símbolo de movimiento. Todo por la semejanza entre significados, la cruz que une los punto opuestos entre cielo y tierra, el movimiento por el recorrido que se hace de la muerte a la vida por estos 2 planos, la resurrección causado por este recorrido al inframundo también asociado con el humo caudado por la incineración, tal como lo hace el ave fénix al renacer, símbolos parecidos, asociados y en cierto momento sinónimos unos de otros, o con la característica de transfiguración. Esta unión de contrarios es la base de toda creación en el mundo náhuatl, espiritual y material. Si mezclamos dos elementos contrarios el agua y el fuego, son elementos generadores por igual, es una combinación equilibrada de los dos, con un doble aspecto generador que ayuda a florecer y que brote vida. Aparte de relieves , construcciones y esculturas la pintura era principal modo de expresión, pero son obras muy frágiles por su exposición a la intemperie, por eso afortunadamente la cerámica que alcanzó perfección en Teotihuacán , conserva también símbolos, en sus técnicas decorativas como el fresco con gran colorido azul, verde, blanco y amarillo (colores recurrentes en la naturaleza y también con un simbolismo de trasfondo)y alguno bajo relieve son arte documental.
Esta Ciudad de los Dioses, fue construida en la tierra en la selva salvaje, escondida entre su inmensa y entramada naturaleza  y actualmente permanece así, la tierra tomó el espacio que le había quitado, remplazando el esplendor que la mantenía vida en los tiempos prehispánicos, los edificios se fueron reducidos de una forma más sobria e incolora, como si la pasión hubiera desaparecido, despojándola de la poesía que contenían sus símbolos que cantaban su verdad oculta, que fue dictada por los dioses y astros, pero ahora gracias a las excavaciones realizadas, y todos eso símbolos descifrados vuelve a tomar brillo y nos encandila con la maravillosa cosmovisión que tenían, la narrativa que mantenían en su simbología y de toda esa trama que entrelaza conceptos ningún detalle fue dejado al azar, tenían sus cómputos astronómicos  que rigen las medidas, líneas de sus ornamentos, todo con precisión dentro de su mitología y simbolismo que expresa el pensamiento náhuatl dando como resultado un conocimiento inimaginable y una abstracción de la realidad tan fascinante que nos mantiene con un interesa hacia nuestros antepasados mexicanos, pero toda esta carga ideológica que manejaba también su economía y política la volvió una ciudad vulnerable ante problemas concretos de la vida programando en cierta manera su propia caída.
Bibliografía:
Sejourne , Laurette, Pensamiento y Religión en el México antiguo, breviarios fondo de cultura , México, pp. 91-143
JAZMÍN MEDRANO RODRÍGUEZ
ENSAYO

SÍMBOLOS QUE REVIVEN LA CULTURA NÁHUATL
 El Náhuatl fue la lengua unificadora de las regiones ubicadas en el Centro de México, de ahí que a este conjunto de pueblos se les conozca como cultura Náhuatl.
Esta cultura ha dejado una buena cantidad de vestigios (aunque no todos han sido estudiados) como arquitectura, pintura y orfebrería que le han permitido a los investigadores interpretar la forma de vida, la organización social y política, así como la religión y las ceremonias que practicaban los nahuas. Estos descubrimientos no solo han permitido adentrarse en el mundo de la cultura mencionada, si no también se ha encontrado simbología náhuatl en otros sitios de Mesoamérica lo cual indica una clara influencia del estilo que es adoptada por esas regiones que están alejadas del Centro.



“Estos nahuas eran muy capaces, tenían sus señoríos, sus nobles, sus gobernantes que los regían […] Tienen sus bebidas, sus alimentos, sus vestidos, sus joyas, sus plumajes de quetzal, sus ajorcas, sus casas, hogares, sementeras y trojes” 1 (León-Portilla, 31 Mayo 2011)



La creación de los elementos que conforman a la cultura náhuatl se remontan a la antigua ciudad de Teotihuacán, aquella a la que se le ha llegado a considerar la primera ciudad Náhuatl.
Teotihuacán es conocida como “La ciudad de los Dioses”, es aquí donde nace Quetzalcóatl (La serpiente emplumada), ya que es donde la “serpiente aprende a volar”, esto se puede comparar con el significado que tenía el enterrar a los señores en esta ciudad, cuando morían pasaban a ser dioses.
El centro ceremonial está dividido en el cielo y la tierra lo cual pasa a ser parte de la presencia dual y de un pensamiento más abstracto sobre la relación entre cielo y tierra.

La arquitectura teotihuacana muestra que existía un amplio contacto con la astronomía, lo que da paso a saber que su sistema matemático era complejo recordando que sus construcciones están basadas en figuras geométricas bien elaboradas, la ubicación de los monumentos y el conocimiento que tenían del ciclo anual.
El número cinco tiene un significado importante, denota el centro como el punto en el que todos los puntos se unen, a lo que ellos llamarían ‘quincunce’.
El quincunce está presente constantemente en el arte teotihuacano ya sea como un cuadrilátero enmarcando el centro o sin estar necesariamente delineado, una de ellas que se destacará es aquella que forma una cruz llamada de Quetzalcóatl que significa el rencuentro del cielo y de la tierra lo que nos lleva a pensar a algo que se menciono con anterioridad, la manera como está dividido  el centro ceremonial no representa más que la manera en la que dentro de su religión exista esa eterna unión de contrarios que da como resultado un equilibrio en todo.

Los dioses poseían rasgos de su antagonista, en algunos frescos rescatados se ve representada cierta deidad con ciertos diseños o figuras que hacía referencia al contrario, como en el caso de las representaciones de Tlaloc que posee detalles que indudablemente se relacionan con el Dios del Fuego, esta idea de la unión agua y fuego es representado por un jeroglífico llamado “agua quemada” que aparece en el famoso monumento azteca en el que está una águila parada sobre un nopal que sale del suelo que es la divinidad del agua terrestre, el águila por lo tanto representa el sol y son unidos por las tunas del nopal que simboliza el corazón

Al igual que en las demás culturas mesoamericanas nos topamos con la importancia de la dualidad destacando la existencia de un cielo y un inframundo, cuando el sol viaja por el subterráneo se convierte en un tigre de ahí que este animal se encuentre plasmado en varias pinturas con cierto movimiento y que incluso es posicionado en la parte inferior del fresco lo que asemeja su paso por el inframundo. Por otro lado, el sol en el cielo es un águila. La serpiente emplumada es el símbolo clave de la religión náhuatl, por lo tanto es el tercer elemento para lograr la representación de las tres esferas cósmicas.
Según la mitología el nacimiento del hombre es de un árbol, recordando pues que en el mundo mesoamericano un mito predominante es el de asociar el origen del hombre con algún elemento que emerja del subterráneo como por ejemplo, el maíz.
La idea del nacimiento que tienen se asemeja a la idea de que cuando el ser nace se separa y se detiene mientras esté con vida, y solo se logrará unidad y movimiento de nuevo cuando se remonte hace dios, he ahí la importancia y significado del sacrificio.

En la ceremonia que se efectuaba para realizar un sacrificio, el corazón del individuo tenía que ser atravesado con un cuchillo para de esta manera purificarse.
El corazón no es representado como tal, su representación era abstracta, ya que al efectuar el corte en el corazón nos damos cuenta de que solo se representaba en algún instrumento o pintura la parte que había sido cortada. Este ritual era altamente sagrado, el hombre logra de este modo matar “la realidad que se ha formulado en su corazón” para elevarse hacía dios separándose solo por este medio de su ser.

Cada característica que constituye a la cultura náhuatl nos deja la puerta abierta para ver que nada fue hecho al azar, todo cumplía una función principal y que su lenguaje simbólico se relaciona ampliamente con la religión y con el orden que rige el cosmos también  fue una cultura desarrollada para su tiempo y que permaneció en un nivel adelanto tanto cultural como socialmente por mucho tiempo, además de que llego a influir marcadamente en la expresión artística de otras regiones mesoamericanas.


La historia de una cultura se ha logrado interpretar ampliamente por el lenguaje de los símbolos que han sido plasmados, los cuales han se vieron directamente influenciados por las creencias religiosas, entre más nos adentramos en esta cultura particularmente nos percatamos de que no existe representación artística que no gire en torno a esta realidad mitológica y religiosa.





BIBLIOGRAFÌA
·         Sejourne, Laurette “Pensamiento y Religión en el México antiguo” Fondo de cultura económica, México, 1957, pp. 91-143.
·         León-Portilla, M. “Náhuatl: lengua y cultura con raíces milenarias”. Revista Arqueología Mexicana. (31 Mayo 2011).

Ma. Fernanda Gtz. R. R.

EL LEGADO TEOTIHUACANO.

A pesar de que no se sabe mucho sobre los inicios de la cultura teotihuacana, o incluso de la ciudad,  de lo poco que de ella podemos decir es que fue la cuna del pensamiento y la simbología náhuatl, ya que todas las investigaciones sobre este pueblo nos remontan a los orígenes de Teotihuacán, a través de su arte podemos saber un poco sobre ésta gran cultura y su pensamiento.

Los teotihuacanos llegaron a una abstracción sorprendente en la que se oculta su gran conocimiento sobre matemáticas, astronomía y arquitectura, el pensamiento náhuatl se ve reflejado en su religión y arte, estos hombres teotihuacanos fueron capaces de crear un lenguaje simbólico en el que su ideología se refleja con tan solo cinco puntos plasmados de diversas formas, sin embargo estos cinco puntos son una de las bases de su metafísica.

El quincunce es uno de los jeroglíficos náhuatl de los que se puede evidenciar que tiene as atribuciones simbólicas más amplias, tal vez sea por su antigüedad, ya que éste va cambiando con el tiempo, pero su significado sigue siendo de mucha importancia en todas las culturas tanto en la náhuatl como en la parte sur de la zona mesoamericana, los mayas también comparten este glifo con los Teotihuacanos, Aztecas y casi todas las culturas de la época precolombina, con el tiempo las narrativas y la variada forma de representar el quincunce aparecen pero este no deja de tener la importancia que se le atribuyó desde sus inicios, son esos cinco puntos que ya he mencionado antes, están acomodados de cierta manera que cuatro puntos forman un cuadrilátero y dejan en el centro un quinto punto, los aztecas llegan a representarlo en forma de cruz pero el centro es lo primordial, al punto que se encuentra el centro se le adjudica la unión entre el cielo, la tierra y el inframundo, también le podemos asignar las características del Quinto Sol, ya que al quincunce se relaciona con la piedra preciosa que simboliza el corazón, así nos encontramos con las características del quinto sol -el corazón del cielo-, pero no podemos olvidar que el movimiento es la acepción del Quinto Sol, en su glifo se encuentran dos líneas divergentes unidas por el centro, lo que simboliza los cuatro polos contrarios, por si fuera poco dentro del quincunce se encuentra reflejada la religión profesada hacia Quetzalcóatl, es en un nivel de conciencia muy elevado en el que se encuentra el pensamiento náhuatl, ya que la realidad suprema se encuentra muy por debajo de la realidad en sí.

Para el origen de la creación es necesaria la unión de los contrarios, pensando no solo en la materia, también involucran la idea de espiritualidad, así como es necesaria el agua para el crecimiento, lo es el fuego siendo el encargado de purificar el  alma, creando armonía y una interesante fórmula mística, ésta es representada como la del agua quemada, es necesario mencionar el respeto a lo sagrado a través de la incineración, ya que era una muestra de la purificación del alma y de esta manera de ganaba el derecho a entrar al paraíso regido por Tlaloc, la guerra florida es la batalla que el hombre debe alcanzar para su liberación, a través del jeroglífico de el atl-tlachinolli encontramos el significado de una lucha interna en la que el trofeo es el alma propia.

El movimiento que une los contrarios es la conciencia de esta dualidad creadora, la serpiente emplumada es la clave de la religión náhuatl siendo lo que reúne al cielo con la tierra y los infiernos, Quetzalcóatl es el árbol de la vida, no podemos olvidar el sacrificio que hizo de sangrar su pene para dar vida a los hombres, es así como se encuentra la unión entre el cielo y la tierra, la serpiente emplumada es el constante recordatorio de que el hombre es materia y alma, siendo esta última  aquello que debe liberar, aquí entra el papel esencial que el hombre juega en el mantenimiento de la armonía cósmica, asegurada únicamente por la constante regeneración espiritual y es en el corazón el lugar donde se crea la conciencia luminosa, en este órgano encontramos el movimiento constante (núcleo del pensamiento religioso), podemos decir que es la realidad última y es necesario liberarlo,  alcanzar y apoderarse de el era la meta de la guerra florida, significa penetrar el cuerpo para llegar hasta el y solo llegando a este encontramos la vida espiritual, al hombre llegar al corazón a través de una dolorosa abertura en el pecho ganaba su propia guerra florida, logrando la liberación del alma y  ganado su entrada al paraíso, de esta manera aseguraban que el Quinto Sol continuara su destino y ellos el suyo en el edén con Tlaloc.


Y lo llamarón Teotihuacán,
Porque era el lugar
Donde se enterraban los señores.
Pues según decían:
“Cuando morimos,
No en verdad morimos,
Porque vivimos, resucitamos,
Seguimos viviendo, despertamos.
Esto nos hace felices”.[1]



Es con estas palabras con las que los sabios náhuatl difundieron su filosofía, ganándole la fama a la gran Tollan como el lugar donde los hombres se hacen dioses.


[1] M. León-Portilla, Los antiguos mexicanos a través de sus crónicas y cantares, fondo de cultura económica, edición 2009, México.

“QUINCUNCE: PUNTO DE CONVERGENCIA DEL UNIVERSO MESOAMERICANO”

Martha Tania Fulgencio Peña

El concepto de los cuatro elementos primordiales unificados por un centro: “quincunce”,  constituye el núcleo del pensamiento náhuatl y determina la manera en que el  hombre teotihuacano concibe la realidad.
Todo su entorno está conformado por un punto central del que se desprenden otros cuatro. A partir de este esquema se desarrollan el orden cósmico, la planeación de las ciudades, la construcción de los templos, edificios, etcétera. Este elemento no sólo se utiliza para delimitar, ordenar y unificar el espacio, sino que también se manifiesta de diversas maneras en la cotidianeidad de los seres humanos, y por medio de un lenguaje de símbolos, puede representarse, con múltiples variaciones, como el punto de convergencia que une el cielo con la tierra, la estrella de la mañana, que corresponde al planeta Venus, o bien, ser el emblema del sol del movimiento.
       Imaginemos que este punto de encuentro se mantiene en constante movimiento y es generador del devenir del hombre y del mundo; además establece los polos opuestos que conforman ciclos, como la vida y la muerte, el arriba y el abajo, el día y la noche… Es un símbolo que equilibra los elementos contrarios para que exista la armonía en el universo y el ser, pues en el mundo teotihuacano ningún elemento es dejado al azar, todo está minuciosamente calculado.
Éste símbolo se empleó en las representaciones escultóricas de los dioses, en la arquitectura, en la pintura mural y de la cerámica. El  hombre de la Tollan trasladó esta idea a la práctica, materializándola, como ya mencionábamos, en sus creaciones artísticas o en la disposición de sus ciudades, no sólo como elemento ordenador, también como unificador de la cultura, donde ya se habían desarrollado desde el periodo arcaico la religión, las ciencias y las artes, conformando la base de todo su pensamiento.
Podemos suponer que el hombre de esta época alcanzó un nivel de conciencia elevado, ya que dotó de gran significación lo que hoy día pasa desapercibido ante nuestros ojos, como el entorno circundante, el nacimiento o muerte de un ser humano, incluso el propio ser, conformado de materia y espíritu en la proporción adecuada. El hecho de cuestionarse ¿qué es el hombre?, ¿por qué existe?, ¿cuál es su papel en el universo? Implica que desarrolló un pensamiento complejo, porque desea encontrar el sentido de la vida y descubrir qué hay después de ésta…
¿Por qué este hombre antiguo se convirtió en filósofo? ¿Habrá tenido la necesidad de justificar su existencia minúscula ante la magnitud del universo?, y ¿Cómo se habrá divisado en perfecto equilibrio después de la muerte, elevando su espíritu hacia el cielo o devolviendo su cuerpo a la tierra a donde pertenece?, ¿Será este centro el lugar de la trascendencia espiritual de la existencia?, ¿el sitio al que se va después de la muerte?, donde no sólo se ordena el cosmos, sino también el hombre, como parte del engranaje que permite que todo funcione adecuadamente. ¿Será el quincunce el artífice del cosmos y el  equilibrio al que todos aspiramos trascender?

REFERENCIA:
SÉJOURNÉ, Laurette. Pensamiento y religión en el México antiguo, Ed. FCE, México, 1957, pp. 91-142.

Sandra G. Lara Velázquez.

LA LIBERACIÓN A TRAVÉS DEL AGUA QUEMADA.
Hablar de la antigua Mesoamérica es hablar de un complejo sistema de pensamiento, de arte y religión, basados en todo momento en el principio de “la unión de los contrarios”. Este principio funciona como un motor primario que puso en movimiento al universo, a los dioses y su creación, el hombre.
La filosofía náhuatl nos permite, a través de sus elaborados simbolismos, adentrarnos en el misticismo de un mundo  que se justifica en cada elemento que lo conforma. Símbolos con un fin trascendental, revelados sólo a aquellos que se atreven a observar con atención la esencia que en ellos aún habita, como el más fiel testimonio de su filosofía, después de todo, esto es el arte mesoamericano.
EL FUEGO.
El fuego es uno de los elementos primigenios más importantes dentro de la cosmogonía náhuatl. Lo cual no debe de extrañarnos, sabemos que el fuego está presente en los dos mundos  en que es dividido el universo. Cabe mencionar que “fuego” puede ser sinónimo de energía, calor y luz.
 Podemos encontrarlo, en primer lugar en el plano celestial. El sol y los demás astros existen gracias a él, se mueven e influyen en los sucesos de menor escala, o sea en el plano terrenal, alimentando ciclos vitales para los hombres, plantas y los animales.
En resumen, el fuego es dador de vida y participa imprescindiblemente en la mecánica que pone en marcha a todas las fuerzas influyentes, para que la quietud no impere, y el movimiento dé fuerzas al gran sistema universal.
El Dios del Fuego ha sido  una de las primeras deidades en Mesoamérica, representada en incensarios con la forma de un hombre viejo, lo cual nos habla de la importancia que este poseía dentro de sus creencias. Los ancianos para los antiguos pueblos mesoamericanos eran personas sabias a las cuales se les debía respeto.
QUETZALCOATL Y LA CIUDAD DE LOS DIOSES.
Teotihuacán o Tollan puede considerarse como la primera ciudad náhuatl, en ella reinó Quetzalcóatl, quien enseñó a sus súbditos la grandeza humana, la cual reside en la conciencia de un modo superior.
Quetzalcóatl será entonces representado como una serpiente emplumada, debido a lo que esta hibridación representa. El reptil puede ser visto como el cuerpo, que carece de gracia y está inmerso en el plano material. Sin embargo,  las plumas nos advierten que los seres terrestres son capaces de conocer la alegría sobrehumana, las aves son asociadas con la libertad, y en este caso se refiere a la liberación interior. No es por otro motivo que Teotihuacán haya sido fundada en honor al hombre consciente, simbolizado por medio de la serpiente emplumada.
En la lengua náhuatl, Teotihuacán quiere decir “ciudad de los dioses”, refiriéndose a aquellos hombres que después de muertos despertaban de un sueño vívido, y después de ello eran considerados como espíritus o dioses.
Teotihuacán está constituido por diversos elementos arquitectónicos, dispuestos según la ubicación de la pirámide del Sol. Los antiguos teotihuacanos levantaron esta edificación con el propósito de objetivar la travesía del Sol por la bóveda celeste, y cuando este estuviese justo en el centro del firmamento, representara el corazón del universo. La pirámide está dedicada al sol de Quetzalcóatl o sea al Quinto Sol.
LA LIBERACIÓN Y EL QUINCUNCE.
En la concepción náhuatl, los mundos del cielo y de la tierra  convergen en el quinto punto, que es el central. El quincunce simboliza al Quinto Sol y al corazón, lugar en donde se unen los contrarios. Ahora bien, sabemos por cierto mito, que el planeta Venus o La Estrella de la Mañana es el astro de Quetzalcóatl, que se refiere al hombre-dios, cuyo corazón allí se encuentra. Pero la relación no termina aquí, ya que el quincunce también acompaña al dios del fuego, que es igualmente el dios del centro de la tierra. Lo cual ratifica que el Quinto Sol es concebido como el elemento fuego, o sea calor-luz que entra en dinámica con la materia, puesto que sin movimiento todo sería absurdo.
TLÁLOC Y EL AGUA.

Sabemos que en nuestra realidad el fuego y el agua no pueden venir juntos, sin embargo en diversas representaciones Tlaloc es relacionado con el fuego, esto no se debe a una mera coincidencia o a un error. Es más bien, el resultado de una compleja concepción de dos elementos que tienen como principio la oposición, y aunque paradójico, el trasfondo que en este símbolo habita mantiene cierta coherencia.
El dios Tlaloc a parte de representar al elemento del agua, será ligado al plano terrenal. El agua es la que nutre y mantiene con vida todo lo que habita él. De este modo se tiene una mejor explicación del ligamiento entre el fuego y el agua, que al sumarse cran un nuevo elemento, el agua quemada.
Esto nos lleva a retomar las puntualizaciones anteriores. El símbolo de Quetzalcóatl significa la liberación del espíritu cósmico, que florece del interior de nuestro componente más puro y vital, el corazón, que es ofrecido a esta causa por medio de la penitencia y el sacrificio voluntario.  
 La oposición del agua quemada, no se refiere a otra cosa que no sea la batalla interna que debe ganarse para dejar de lado el sufrimiento y las emociones. El quincunce es entonces, el desprendimiento de la luz-calor o energía del plano material, que es liberado hacia el universo.
BIBLIOGRAFÍA.
Séjourné, Laurette. Pensamiento y Religión en el México Antiguo, breviarios fondo de cultura, México, pp. 91- 143. 

sábado, 3 de marzo de 2012


LA SERPIENTE, EL JAGUAR Y EL ÁGUILA

Miguel Alexis López Segurajáuregui

  

“En el último sol, Quetzalcóatl, por compasión del hombre, quiso revivirlo.
Él solo, decide meterse a la región de los muertos
Donde Mictlantecuhtli tiene los huesos del hombre y mujer muy bien vigilados
Mictlantecuhtli le hizo todo lo posible
Pero la serpiente emplumada logra rescatar los preciosos huesos
Se sangra y se salpica, la sangre en los huesos
Por el gran sacrificio de Quetzalcóatl nacen los seres humanos
Y también rescata las semillas de maíz para que comamos
¡Y ahora tu, por tu sacrificio, nuestras vidas renacerán!”[1]

Los tambores reanudan su canto. El sol aún está muriendo tras el gran rectángulo del horizonte; no habrá caída, ni sombra, en los cuatro puntos. No veremos colapsarse el techo ni el inframundo, al menos por una noche más, cuya falda estrellada anuncia el vientre de un nuevo día, henchido en partituras de sangre. Han sido escritas por incontables almas. Sus palabras son obsidiana…

… O ése era su color y particular brillo, según las leyendas de la Ciudad de los Dioses. Era la tierra donde aquéllos muertos que gozaban el favor de antiguas deidades, podían elevarse convertidos en teotl, habiendo despertado del sueño terrenal. ¡Ya comienza a amanecer, ya es el alba! Los pájaros amarillos se visten con vírgulas; las mariposas lo hacen con los colores. Son fuego en movimiento.

Yo escuchaba boquiabierto, viendo el humo de copal elevarse por los aires rumbo a los hombros del mundo. Sentí el peso del maccahuitl en mi mano derecha. El casco rapaz engalanaba mi cabeza. Como centinela nocturno, aguardaba, afilando mis garras y batiendo ambas alas en señal de impaciencia. 

Entonces, mi viejo compañero en floridas lides, ataviado como guerrero jaguar, hizo una pausa reflexiva en su maravilloso relato. Miró hacia el Calmécac. Alzando su escudo adornado con plumas, éste se transformó en media luna, líquida y plateada, anunciando el nuevo episodio. Esos ojos tenían el fulgor salvaje del felino atavío, abriendo las fauces y engulléndome de nueva cuenta con historias sobre los antepasados… del bravo guardián frente a mis plumas.

Teotihuacán, gran Tollan, cuna de la serpiente emplumada y del hombre, estaba escindida en su cuerpo: su larga espina, ascendente, unía la tierra y el cielo. Los templos del Sol y la Luna se levantaban a una altura de treinta lanzavenablos. Más abajo, el templo de Quetzalcóatl permanecía acostado, cuidando el gran disco donde el hombre se apoya. Bellas líneas horizontales engalanaban su fachada. De las piedras cual escamas, brotaban cabezas del dios a la par de Tláloc. Gran casa donde el cuerpo brota y florece.

Mi compañero volvió a observar el Calmécac, desde la plataforma donde nos encontrábamos, frente a los pies del Templo Mayor. Su espíritu era inmenso así como su fervor religioso, inquebrantable, parecido al cofre de piedra donde la serpiente emplumada permaneció encerrada por cuatro días.

Le llamaban… Miccaotli. Dos mil pasos eran necesarios para atravesarlo; el privilegiado que lo hiciera entonces veía plataformas flanqueadas por edificaciones, deteniéndose algunas veces para proseguir con el ritual peregrinante rumbo al Oriente, donde el Sol nacía cada mañana tras salir ileso de su peligroso viaje por el inframundo. Al subir por las escalinatas de la mayor pirámide, entonces el afortunado podía sentir la comunión con los dioses haciéndose mayor a cada paso. Su cuerpo ardería, convirtiéndose en cenizas de renacimiento.

Porque, ¿No es en efecto, este Quinto Sol que estamos viviendo, por el cual luchamos día a día, campaña tras campaña, tomando prisioneros para alimentar a los dioses y a la vez apaciguar la sed de nuestras almas? ¿No provenimos todos del ombligo de Xiuhtecuhtli, ojo de la tierra y eminente centro del quincunce? Nuestras cenizas son gotas de sangre. El ascenso a las nubes de la victoria reverbera a la par del corazón que el sacerdote sostiene en sus manos, palpitante, roja tuna del nopal y tesoro escarlata guardado con celo en los repositorios de carne cautivos, gracias a nosotros.

El Quinto Sol es prisionero, también; entre dos grandes serpientes de fuego y cerca de cincuenta quincunces. Los ocho puntos flanquean los veinte días. Fueron cuatro edades, una de ellas regente de mi orden de caballería. Eso lo conoces de sobra, hermano. Aunque he de suponer, dada tu falta de cuidado en los estudios (como buen águila, siempre estabas en las alturas), que ignoras el gran secreto de este arte antiguo, fruto de prolongadas charlas de nuestros abuelos.

Los colmillos de él se afilaron como cuchillos de pedernal, tan seguro y altanero, costumbre que me era de sobra conocida. Iba a tomar la palabra cuando, de repente, me preguntó si conocía el secreto de la vida de todo gran guerrero que se preciara de ser llamado veterano por sus hermanos.

Guardé silencio. Sostuve de mi lado izquierdo tanto el escudo como el maccahuitl, mirando con atención la palma de la mano derecha, extendida cerca del fuego de una de las antorchas. Las llagas eran signos evidentes de mi experiencia en combate, sumando la falta del dedo medio que había pagado como tributo a un bravo combatiente tlaxcalteca. Entonces, una azarosa gota de sudor resbalo de mi frente, cayendo en medio de mi mano abierta. No sentí calor ni frío, dolor o alegría, veneración u ostracismo, sino una combinación de ambas. Un equilibrio.

… Atl-tlachinolli.

De mis labios brotaron esas dos palabras.

El jaguar cesó de rugir, permaneciendo impávido y guardando sus garras. Seguro de mi persona, abrí las alas, envolviendo con mi plumaje al felino dentro de un torbellino hecho de mitos y leyendas de ecos lejanos. Mi aguzado pico exhaló el  potente llamado que recorría los recuerdos del primer hombre.

Danzas, risas, gritos. Caos originario. Pequeños, desnudos y esclavos de sus pasiones. Ellos fueron enterrados en Tollan, lejos de aquellos bienaventurados que ascendieron rumbo al cielo; del mismo modo, los guerreros que no habían demostrado ser valerosos en la batalla sufrían un destino similar cuando la muerte les llegaba. Eran entonces privados de pasar por el laberíntico Mictlán, hasta arribar al lugar de los señores de la muerte, perdiéndose la médula del espíritu para siempre.

¿Sólo quemando la materia es liberada la partícula divina? ¿El cumplimiento de la dualidad es necesario? ¿Traer muerte a unos cuantos brinda la energía vital a tantos otros? Coyote-Jaguar, gran figura animal de Quetzalcóatl, habla de indiscutibles verdades que van más allá del velo impuesto a los hombres durante su creación. Una de ellas: el auténtico trofeo del caballero no es solo la guerra que sostiene con otros, sino también la purificación del alma tras haber combatido con su propia persona. Es decir, un proceso interior dual.

Precisamente, es el universo dentro del cuerpo de todo combatiente el que representa dos valores indisolubles: agua quemada y piedra florecida.

La primera, simboliza el cuauhtémoc o águila que cae, símbolo del sol en el ocaso; fue la lluvia de fuego que acabó con todos los seres vivientes en una de las cuatro eras pasadas. Los pájaros fueron los únicos que permanecieron con vida.  La segunda, ígnea y rebosante del regalo de los dioses, es el estatismo contra el movimiento, el convulso corazón de la tierra guerreando, en equilibrio, a través de las cuatro estoicas patas de un felino descomunal.

Es la batalla sagrada entre el cielo y la tierra. Apoteosis cósmica.

Nuestras órdenes respectivas aseguran el equilibrio universal a través de la lucha y los momentos de paz, como también entre águilas y jaguares existen momentos de turbiedad y descanso dictados por la naturaleza. Somos, entonces, un “equilibrio de equilibrios”.

Encarnamos la flor del movimiento, que no es otra que la guerra.

Atl-tlachinolli…

Segundos antes de lanzarme en picado desde las alturas sobre la moteada faz de mi compañero, para asestarle el golpe de gracia y hacer que se tragara las palabras proferidas minutos atrás, apareció sobre las escalinatas la figura del viejo sacerdote. Sorprendidos ambos, hicimos la reverencia acorde a nuestro rango. No entendíamos qué hacía fuera del Templo Mayor y mucho menos, sobre la plataforma en la que nos encontrábamos charlando.

El anciano aplaudió tres veces y luego esbozó una mueca sardónica. Tomó la palabra entonces, caminando alrededor nuestro con paso lento y seguro.

… Corazón y penitencia, jóvenes guerreros. Puedo decir que se han acercado al lugar donde la conciencia se torna luminosa, pero no han podido internarse todavía. Respóndanme, ¿Cuál es el signo más perfecto, creador de libertad espiritual, cuya actividad salva a cada momento la materia corporal de la inercia y descomposición que le acechan?

Sin pensarlo mucho, me erguí al cielo y dije: la defensa, en forma de velocidad.

Mi compañero se arrodilló hacia la tierra y exclamó: el ataque, en forma de fuerza.

El viejo sacerdote se echó a reír y entonces declaró con vehemencia que ambos estábamos en el cierto… a medias. Sin embargo, la mezcla de ambas respuestas era la resolución al enigma, cuya inefable identidad residía en el corazón; la existencia del hombre debe guiarse por la trascendencia que esconde la realidad última, es decir, la verdad. La guerra florida tiene una meta suprema para nosotros los sacerdotes, porque al apoderarnos del corazón penetramos directamente en el plano celestial, pudiendo comunicarnos con los dioses. Nunca lo olviden. El sacrificio es luz que irradia el manto por sobre nuestras cabezas y el dolor, aquél cuyo verdadero honor tienen las víctimas al sentir el filo del cuchillo de pedernal, es alimento que mantiene al ollin con vida. La muerte mantiene la existencia de vida. Y ustedes que reparten muerte, son también emisarios del futuro corazón del universo, que palpita gracias a Tláloc y Huitzilopochtli.

Mientras entonaba el nombre de ambos dioses, el sacerdote señaló la parte alta del Templo Mayor. Ya estaban rodando por las escalinatas, los cuerpos sin vida de los prisioneros que habíamos capturado en la última campaña. Decapitados y sin corazón, caían de forma desordenada, rememorando a su vez la muerte de Coyolxauhqui y los cuatrocientos surianos, que permitió a Huitzilopochtli y a su madre tener el don de la vida.

Preguntando al unísono, inquirimos al anciano por el verdadero motivo de la visita. Él, apoyando sus arrugadas manos sobre los escudos de ambos, dijo en tono jubiloso que una de las profecías estaba a punto de cumplirse.

Quetzalcóatl regresaría al emerger el sol del submundo.

Lo habían visto ya cerca de la costa, ataviado de resplandecientes plumas grises.

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Referencias:

SÉJOURNÉ, Laurette, Pensamiento y Religión en el México Antiguo, colec. Breviarios, FCE, México, 1957, pp. 91-142


[1] Yaotl Mictlán, El Gran Sacrificio de Quetzalcóatl. Del disco, “Guerreros de la Tierra de los Muertos” (American Line Productions, 2006)